miércoles, 30 de octubre de 2013

EXPIACIÓN; UNA DOCTRINA MÁS CLARA GRACIAS A LA RESTAURACIÓN Por Fernando Illanes ©




Esta época que vivimos en Sudamérica es casi tan parecida políticamente a los años 70, cuando el Socialismo y Comunismo era un tema latente y comúnmente escuchado y visto en los noticieros. Antes que comenzara el siglo 19 Karl Marx quizá el mayor personaje influyente del Comunismo y Socialismo dijo; “La religión es una forma de alienación porque es una invención humana que consuela al hombre de los sufrimientos en este mundo, disminuye la capacidad revolucionaria para transformar la auténtica causa del sufrimiento que hay que situar en la explotación económica de una clase social por otra, y legitima dicha opresión. La religión suele tomar partido, pero no por las clases desfavorecidas sino por la clase dominante, perpetuando a ésta en el poder. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo. La esperanza de un reino en las nubes y superior a cualquier reino en la Tierra, persuade a la clase agobiada a no exigir igualdad a los que mezquinan las riquezas de esta Tierra de la que todos somos ciudadanos. No es Dios quien crea al hombre sino el hombre a Dios." (Karl Marx, Crítica de la filosofía del derecho de Hegel)


Hoy nuevamente con más énfasis se habla del “Imperialismo” y el “Capitalismo” como su fruto y quienes enérgicamente debaten esto siempre restan importancia al valor de las almas tal como el Señor lo desea (D & C 18:10)

Quienes apoyan y viven el Comunismo o Socialismo, es incoherente decir que no están de acuerdo con Karl Marx por lo tanto me gustaría imaginar una posible charla que tendrían dos misioneros Élderes con un comunista o socialista y la cual podría ilustrarnos como es;

“Jesús nos rescató. Él pagó nuestra deuda ", testificó un Elder, como lo había hecho muchas veces en muchas clases con muchos investigadores.

De repente, este particular investigador, lo sorprendió impulsivamente, "¡Eso es el mayor montón de tonterías capitalista que he escuchado!"

El misionero y su compañero se sentaron con un silencio atónito. Nunca se habían encontrado con una respuesta semejante. Continuó el investigador, "Toda esta charla de la deuda y el rescate suena totalmente norteamericano para mí. Todo tiene un precio. Todo tiene que costar dinero. Incluso la salvación tiene que ser pagada, y ha sido pagada por un intermediario que ofrece una sociedad a cambio de otro costo. Toda la historia de Jesús, el sufrimiento, no es más que un complot capitalista”.

Los Elderes trataron de hablar, pero antes de que pudieran decir una palabra, el hombre siguió adelante, diciendo: "Si Dios existe, Él debe ser muy malo y despiadado para exigir la muerte de alguien como el precio de la salvación, sobretodo alguien que no era incluso culpable. Y si Jesús es el Hijo de Dios, Dios tiene que ser un padre bastante cruel para dejar que lo haga”.

No sabían que decir, los misioneros dejaron la enseñanza con una sensación de desaliento y confusión. En los siguientes días ellos discutieron los puntos de vista del hombre. ¿Será verdad que la historia de la humanidad está en deuda con Dios o simplemente estaba inventado y perpetuado por las iglesias cristianas, para que las personas se sujeten a sus normas y éstas ganaran? Ya que no habría mejor manera de asegurar donaciones financieras sustanciales como estar constantemente diciéndole a la gente lo deudores que eran.




¿Y por qué Dios requiere el sacrificio de Jesús? ¿Cómo se paga esta deuda? Jesús oró humildemente: "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42), pero ¿por qué era su sufrimiento infinito y su horrible muerte la voluntad de Dios?

Dios es el que colocó a Adán y Eva en el Jardín del Edén, y luego permitió que Satanás los engañara, así que ¿eso no hace que Dios sea en parte responsable de la caída? ¿Por qué tuvo la culpa de Adán y Eva? Y si alguien tenía que sufrir para restaurar a la pureza, ¿por qué envió a Jesús? ¿Por qué Dios no lo hizo Él mismo?

Podemos sentirnos felices una vez más por ser ‘mormones’. Preguntas como éstas han desconcertado a muchos religiosos y sus líderes desde hace años, pero a nosotros no nos desconciertan.




La restauración del Evangelio no es un recuento de las mismas viejas historias. Fue una restauración de toda la verdad que rodea las historias con propósito y perspectiva. Fue la restauración de verdades imprescindibles para entender y conocer a Dios.

La historia de la creación no era nueva. Sin embargo, la restauración añade el conocimiento de la existencia preterrenal. Ahora la gente puede entender por qué Dios necesitaba crear un mundo para sus hijos del primer estado.




La historia de la caída no era nueva, pero la Restauración añadió el conocimiento de una probación terrenal. Ahora la gente puede entender qué la decisión y elección Adán y Eva fue sabia y prudente en vez de egoísta y pecaminosa, y por qué las consecuencias, aunque difíciles, son necesarias para el progreso del hombre. Ahora la gente puede entender que Dios no estaba culpándolos o castigándolos, más bien en última instancia, ayudándolos. También la gente entendería que no hay nada ante Dios que lo sorprenda y lo obligue a buscar un “plan B” y esto debido a que con la Restauración se sabe que La Caída fue preordinada y premeditada.




La historia de la Expiación no era nueva, pero la Restauración añade el conocimiento de las leyes eternas y el mundo espiritual. Ahora la gente podía entender la razón de las normas y de cómo las oportunidades para tomar decisiones correctas se ofrecen muchas veces antes de que se dicte una sentencia firme. Los Santos de los Últimos Días somos los únicos en nuestra comprensión de que hay ciertas cosas que ni siquiera Dios puede traspasar. No nos puede aniquilar. Él no puede quitar nuestro albedrío, y él no está exento de cumplir leyes, como la justicia y la misericordia que magníficamente se concilian sólo gracias a la inigualable genialidad de Dios"




Alma enseñó: "La obra de la justicia no podía ser destruida; de ser así, Dios dejaría de ser Dios." (Alma 42:13). Dios es Dios, no sólo porque Él es el dador de la ley (D & C 88:42), sino porque Él mismo la cumple.

Así que Dios no es el enemigo, Él está obligado por la ley de la justicia a que se cumplan castigos por leyes rotas. Así que la ley de la justicia es el enemigo de nuestro hombre sensual carnal y diabólico.




Pero si la justicia es el fiscal de nuestro juicio, entonces Dios o es un ser débil o es un Dios que no nos ama lo suficiente como para no exigir en su condición de Supremo que simplemente se ignore nuestros pecados. ¿Puede la Justicia controlar a Dios? ¿Cómo puede ser el Todopoderoso, si no puede cambiar la ley o enfrentarse a ella, o al menos hacer algunas excepciones? Incluso en las leyes terrenales autoridades supremas como los presidentes de un país, pueden extender indultos abalados por la Ley.




Sabemos que Dios es Todopoderoso (véase Alma 7:8; 26:35), así que supongo que de alguna manera podría eliminar la ley, pero sin evitar el caos, y eso sería inaceptable y repulsivo para Él. Además de ser todopoderoso, Dios es omnisciente (Mormón 8:17; D & C 88:41). Se da cuenta de que conforme a la ley es la única manera que se puede mantener realmente la libertad, que es absolutamente esencial para nuestro progreso y felicidad.


Una de las mayores contribuciones del Libro de Mormón es la forma en que se aclara que la justicia no es un derivado de Dios. Más bien, es una inevitable esencia en la realización de un Dios. Cuando explicamos la Expiación como necesaria sólo como un medio para satisfacer las demandas de un principio inflexible llamado justicia, simplemente acentuamos uno de los atributos de Dios sobre todos los demás y pasamos por alto el motivo de Dios. Del mismo modo, si la misericordia o la compasión de Dios se le permitieran anular por completo todos los demás atributos, sería una maldición más que una bendición, ya que limitaría la libertad de elegir por nosotros mismos (Alma 41, 42). Sólo el Libro de Mormón presenta tanto la justicia y la misericordia en la perspectiva más amplia del albedrío moral. La libertad no puede existir a menos que tengamos la capacidad de actuar de forma independiente. Esta acción requiere el conocimiento y la presencia de alternativas reales completas con consecuencias reales (2 Nefi 2). La razón de ser de tal orden moral no es un ser omnipotente, impersonal, y cruelmente inflexible absoluto llamado justicia, sino más bien la protección de un marco necesario para la acción humana. No hay escape de las consecuencias de la ley destruyendo todo el orden moral del universo.


Si Dios hubiera decidido renunciar a los requisitos de la ley y nos dejara entrar en secreto por alguna puerta trasera del cielo, entonces el sufrimiento y la muerte de Jesús eran innecesarios. Tal no es el caso. Escrituras dicen que ninguna cosa impura puede morar con Dios (1 Nefi 10:21), así como un prófugo de la ley por escaparse de la cárcel, no puede volver a su casa con su familia. En Alma 61:15 leemos que " el Espíritu de Dios… es el espíritu de libertad." Dios y Cristo ambos sabían que era la única manera de salvaguardar la ley y hacer permanente la libertad posible. Dios está obligado cuando hacemos lo que Él dice (véase D. y C. 82:10), pero cuando no lo hacemos, Dios está también sujeto a no bendecir. Personalmente no creo en la frase “Dios nos bendice aunque no lo merezcamos”. De ser así Dios sería más misericordioso que justo y Dios no estaría cumpliendo con la Justicia y sabemos que eso significa que “Dios dejaría de ser Dios”. Lo que creo personalmente que es más justo decir es “Dios es tan generoso que cuando no merezco una bendición, me da más opciones de ganar otras bendiciones que compensan el mismo vacío que yo generé al no merecer una bendición”.




Jesús pagó la deuda no era una exigencia abstracta o simbólica hecha por Dios (o por una iglesia capitalista). Era una deuda muy real a la ley de la justicia. La Ley exige un castigo como pago por el pecado que se ha cometido (Romanos 6:23). El sacrificio de Jesús no fue hecho para apaciguar a un Dios vengativo. Si Dios el Padre pudiera morir por nosotros, lo habría hecho de seguro. Pero él ya tenía un cuerpo inmortal y no podía morir. Ni tampoco podía separarse de su cuerpo inmortal para nacer en un cuerpo mortal porque después de la Resurrección que tuvo en una eternidad pasada, ya que la ley universal que sujeta a la Resurrección dice que el espíritu y cuerpo no se separará nunca más. Tenía que ser realizada por alguien semejante a Él que todavía no tuviera un cuerpo de carne y huesos, y ese era Jehová que en la Tierra se llamó Jesús, sí, el mismo Jesús de Nazaret. La ley de la justicia, que no se preocupa por nosotros personalmente, no estaba preocupada por los que sufrirían, sino por las escalas de la ley que dan equilibrio y que hayan sido rotas, y que sus consecuencias deberían ser administradas para restaurar el orden. Jesús, estaba dispuesto a pagar esa pena con su sangre y vida y con ello comprar nuestra libertad. Ahora nos encontramos “en la libertad con que Cristo nos hizo libres" (Gálatas 5:1), no porque un ser humano sufrió para apaciguar a un Dios airado, sino porque un Dios amoroso sufrió para aplacar la justicia y garantizar la libertad. Ahora ese mismo Jesús salvaguarda nuestra libertad y por extraño que parezca, la clave de la libertad es la obediencia.




Quizás nos veamos tentado de hacer de Dios el enemigo. Leemos las Escrituras tales como Isaías 53:10, " Jehová (refiriéndose al Padre por el manto de autoridad que comparten) quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento," y creemos que Dios se deleitaba en el sufrimiento de Jesús. Leemos D & C 29:5, " soy vuestro intercesor ante el Padre", o D & C 38:4, "he abogado por ellos ante el Padre.", y nos da a suponer que Dios es el que está interesado en nuestra condena. Si ese es el caso, nos encontraremos murmurando como lo hicieron Lamán y Lemuel "porque no conocían la manera de proceder de aquel Dios que los había creado" (1 Nefi 2:12).




Leemos: "quisiera que recordaseis estas cosas, y que labraseis vuestra salvación con temor ante Dios" (Alma 34:37) sin recordar que EL TEMOR significa reverencia y respeto. Leemos acerca del "furor" y la "ira" de Dios (Deuteronomio 6:15, Efesios 5:6; Mosíah 3:26) sin recordar que ambas cosas son evitables por la misericordia gracias al pago de la justicia. Los mandamientos de nuestro Padre Celestial, las demandas, las normas, y el rigor con el que pide el cumplimiento, son vistos por muchos como evidencia de que Él es un Dios drástico, exigente e insensible, en última instancia, en realidad son la evidencia de su amor y cuidado por nosotros. Si nuestros niños al salir de su escuela están cerca de una avenida y no hay señales de advertencia, “rompemuelles”, semáforos y leyes de tránsito con multas y sanciones, nuestros niños e incluso nosotros los adultos seríamos atropellados sin intención por un descuidado conductor. La ciudadanía protestaría contra las autoridades municipales de ser pasivos y dormidos ante el peligro ciudadano en las calles. Lo mismo es con los mandamientos de Dios, son las señales de advertencia, “rompemuelles”, semáforos y leyes con multas y sanciones para cuidarnos de no ser atropellados por un malintencionado y alevoso Satanás.




Los que tienen ojos para ver, el amor de Dios se encuentra no sólo en el arca, sino también en la inundación. Se encuentra no sólo en elevar la ciudad de Enoc, sino también en la destrucción de Sodoma y Gomorra. Debemos ver que a través de estos actos de justicia, Dios estaba siendo misericordioso con los espíritus aún no nacidos que esperaban en la existencia preterrenal y mandarlos a un pueblo sin diluvio o sin lluvia de fuego sería condenarlos sin tener la culpa, a nacer en ambientes donde verían a sus padres cometer pecados, sólo que ellos no sabrían que eso son pecados sino que sólo son hábitos comunes con los demás y por ende algo normal y común. Pero la misericordia de Dios siempre se reflejó en la amonestación e invitación al arrepentimiento por parte de un profeta que Él enviaba para advertirles que Él los ama mucho pero que no puede ser un dictador en el universo y exigir por su poder que la Justicia no los reclame.




Dios no está interesado en lo que le hará agradable o más popular en este momento. Él se ocupa sólo de lo que es mejor. Cuando los hombres optan por ver a Dios como un Dios duro e insensible, es sólo porque aún no ven su perspectiva eterna y Su propósito eterno. El Libro de Mormón enseña que Dios y Jesús no hacen " nada a menos que sea para el beneficio del mundo; porque [ellos aman] al mundo " (2 Nefi 26:24). Alma cita a Zenoc quien dijo: "¡oh Señor!, con los de este pueblo, porque no quieren comprender tus misericordias que les has concedido a causa de tu Hijo."(Alma 33:16)




Cuanto más contemplamos la presciencia y omnisciencia de Dios y nuestras propias limitaciones, Satanás no dudará un solo segundo en hacernos sentir de alguna manera que Dios se está riendo de nosotros ya que Él sabe el fin desde el principio y por lo tanto Él sabe si me salvaré o no. Satanás nos hará imaginar a Él diciéndonos: "Estás tratando muy duro en este momento, pero nunca vas a ser capaz de mantener el ritmo." Y nos sentiremos como un pavo tratando de mejorar su vida, mientras que un avicultor lo ve y está contando los días para Navidad.




Dios no puede evitar amarnos. Es su naturaleza al amor perfecto e infinito. Él no puede dejar de amarme, no porque seamos precisamente obedientes o irresistibles, sino porque Él es perfectamente bueno. El amor es tan central en su carácter que las Escrituras realmente dicen: "Dios es amor "(1 Juan 4:08, 16). No importa qué tan deficiente y sin posibilidad de recuperación seamos, Dios no deja de amarnos. No importa cuántas pelotas dejemos caer cuando hacemos malabares en nuestra vida, la cantidad de falta de control de nosotros mismos, cuántos remordimientos llevo del pasado, aún así Dios no puede resistir amarnos. No importa lo que mi futuro podría llegar a ser, Él no puede resistir amarnos. Dios y Jesús no pueden resistir a creer en nosotros a pesar de que ya sepan por anticipado quién se salvará y quién no, así como un padre a su hijo que no sabe que está desahuciado por cáncer le promete regalos, viajes y gustos, le alienta a pensar en éxitos de una vida de adulto a pesar que sabe que éste no pasará un par de semanas. Dios no puede resistir a estar tan cerca de nosotros, porque Él es un padre perfecto. Si no conseguimos nuestra salvación, no será porque no tuvimos la motivación y ayuda necesaria. Y sabiendo que Él no nos quiere dejar a pesar de todo, me da la energía que necesito para tener éxito. Dios y Cristo no pueden hacer otra cosa que cuidar de nosotros, bendecirnos, y ayudarnos pero si vamos a ellos. No pueden dejar de bendecirnos. Tienen que hacerlo. Es su naturaleza.




Ahora me gustaría hablar de una manera más personal y así sentirnos más identificados. Dios me ama así como ama a Sus profetas vivientes. Yo soy una de las razones por las que hay profetas vivientes. Dios me ama así como ama ayer y hoy a José Smith. Yo soy una de las razones de la Restauración. Dios me ama así como ama a Jesús. Yo soy una de las razones de la Expiación. Dios me ama porque soy su viva imagen y Él se ve en mí. Hay muchas razones más por las que me ama, pero puedo resumirlo en una sola; Dios me ama porque soy literalmente Su hijo.

Dios ama a las personas de todas las épocas así como Él amaba a la gente a la que Cristo fue enviado en el meridiano de los tiempos. Alma preguntó: " ¿no es un alma tan preciosa para Dios ahora, como lo será en el tiempo de su venida?" (Alma 39:17). Pablo nos aseguró que nada nos puede separar del amor de Dios (Romanos 8:35-39). Jesús mismo dijo: " ¿Acaso se olvidará la mujer de su niño de pecho y dejará de compadecerse del hijo de su vientre? Pues, aunque se olviden ellas, yo no me olvidaré de ti." (Isaías 49:15).




Dios no es vengativo ni drástico. Obedece las leyes para conservar mi libertad. Más allá de esto, también se ve obligado a amarme como yo aprendo a usar esa libertad. En Doctrina y Convenios leemos que si un padre no le enseña a un hijo, el pecado caerá sobre la cabeza de los padres (D. y C. 68:25).

Sé que las cosas saldrán bien en su tiempo. Dios no se olvidará de mí, ni tampoco puede. Su corazón no lo dejará tranquilo si quedamos varados en medio de una tormenta como consecuencia de nuestros propios pecados.

“Así pues, recordad, recordad, mis hermanos, que el que perece, perece por causa de sí mismo; y quien comete iniquidad, lo hace contra sí mismo; pues he aquí, sois libres; se os permite obrar por vosotros mismos; pues he aquí, Dios os ha dado el conocimiento y os ha hecho libres." (Helamán 14:30).




La justicia de Dios no es el enemigo. Satanás es el enemigo (Moroni 7:12). Lucifer se centra en nuestra destrucción total y absoluta. Si hubiera tenido éxito en el mundo premortal en privarnos de la libertad de decidir, habría sido bloqueado nuestro progreso. Si hubiera tenido éxito en detener la expiación de Cristo, nunca podríamos obtener un cuerpo resucitado, y nuestros espíritus se sometería a él (Diablo). Dios y Cristo han sido victoriosos y Satanás y sus seguidores se han visto frustrados en cada punto de inflexión fundamental excepto uno el punto de inflexión en nuestras vidas individuales. Satanás no puede deshacer la Creación, la Caída, la Expiación o la Restauración. Él no puede tirar de ellos hacia abajo, por lo que en lugar de eso nos trata de tirar hacia abajo.




Por Fernando Illanes ©

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