jueves, 20 de octubre de 2011

Discurso: El amor de Jesucristo

Una revista famosa y muy conocida es “Selecciones” y en un artículo de Febrero del año pasado se hizo una encuesta a mil personas, en la cual se les hizo 2 preguntas. Una decía “¿Qué concepto único tiene usted para el amor?”. En base a las coincidencias que se dieron en la mayoría de las respuestas a esta pregunta, se formó entonces el siguiente concepto; “El amor es un sentimiento que tiene el poder de conquistar todo, principalmente el egoísmo y sus ramificaciones, es por eso que el que ama da todo de sí y está dispuesto a dar inclusive su vida por quien ama.”
La segunda pregunta fue; “¿Cuál es la historia de amor más bella para usted?”. La historia en la que más coincidieron los encuestados fue Romeo y Julieta seguida por otras historias literarias como cinematográficas. Yo no fui encuestado pero al leer el artículo mi respuesta inmediatamente dominó mi mente con dos escrituras;

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (JUAN 3:16)

“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” (JUAN 15:13)


Desde que escuchó en el consejo pre terrenal que se necesitaría un salvador, hasta que respiró su último aliento en el Calvario, el Salvador fue impulsado por un inquebrantable amor, "y en su amor y en su clemencia los redimió" (D & C 133:53)

A Nefi se le dio un claro conocimiento de los abusos en contra del Salvador por un insensible y malagradecido mundo:

"Y el mundo, a causa de su iniquidad, lo juzgará como cosa de ningún valor; por tanto, lo azotan, y él lo soporta; lo hieren y él lo soporta. Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su amorosa bondad y su longanimidad para con los hijos de los hombres." (1 Nefi 19:9).

No había segundas intenciones u objetivos personales ocultos en el Salvador, sólo el amor, libremente y sin restricciones lo daba.

Pedro resume su vida en esta sencilla pero expresiva frase:

“anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo" (Hechos 10:38).

Contemplemos por un instante el amor de una madre para con su hijo recién nacido. Supongamos ahora que el niño fuera arrebatado de los brazos de su madre. A pesar de que la madre llegue a vivir un centenar de años más, es imposible que ella olvide que el cielo le envió un hijo para que lo ame y lo cuide como así misma ya que ese hijo es sangre de su sangre. Algunos recuerdos nunca se borran, algunos sentimientos nunca se olvidan; y es que la maternidad y la paternidad, traspasan la muerte para continuar en la eternidad de la siguiente vida a esta. Sabiendo todo esto, el Señor nos pregunta:

"¿puede una mujer olvidar a su niño de pecho al grado de no compadecerse del hijo de sus entrañas?” (21:15 Nefi 1).

Entonces el Señor testifica de su amor infinito por nosotros:

"Pues aún cuando ella se olvidare, yo nunca me olvidaré de ti” (1 Nefi 21:15).

Por el bien de nosotros el Señor quiere que se grabe en nuestro corazón su infinito amor por nosotros recordándonos otro grabado:

"Pues he aquí, te tengo grabada en las palmas de mis manos; tus muros están siempre delante de mí." (1 Nefi 21:16).

Las heridas en sus manos son su testimonio, su tangible e innegable prueba de su sacrificio y su amor por cada uno de sus hermanitos menores, nosotros.

Supongamos que podemos hacer retroceder las páginas de la historia hasta el meridiano de los tiempos. Supongamos que podemos estar en el Medio Oriente en esa noche a lado de Nefi cuando el Salvador le declaró: "… mañana vengo al mundo para mostrar al mundo que he de cumplir todas las cosas que he hecho declarar por boca de mis santos profetas." (3 Nefi 1:13). Supongamos que ahora estamos en la pequeña ciudad de Belén, estando de pie en ese establo de Belén, maravillándonos del nacimiento del Salvador y quizá sintiéndonos también incómodos por el ruido y el olor de las bestias. Después de hacer este ejercicio imaginario una pregunta profunda para hacernos sería ¿Quién de nosotros puede entender las profundidades del amor que sintió el Salvador que causó que esa noche intercambiara su divinidad y majestuosidad en los cielos, por la desapercibida vida e indiferencia de miles? Así pues, el Salvador, el omnipotente, el creador de mundos sin número, hizo su entrada en este mundo como un bebé indefenso.
Pero, ¿por qué? Por nosotros ¿pero por qué todo esto por nosotros? ¿Por qué ceder su poder y honor por ofensas, burlas, condenas injustas, calumnias, golpes y torturas y finalmente la crucifixión? Porque nos ama con el mayor amor de todos (JUAN 15:13)

El Salvador se refirió así mismo como:

"el que de tal manera amó al mundo que dio su propia vida, para que cuantos crean lleguen a ser hijos de Dios. Por tanto, eres mi hijo" (D & C 34:3)

Somos tan especiales y amados por nuestro Salvador que en el momento de Getsemaní él pensó individualmente por cada uno de nosotros. Sé sin ninguna duda que en Getsemaní de alguna manera que no comprendo él supo lo que Fernando Illanes todo lo que sufriría en dolores y debería pagar a la justicia, y así lo hizo por cada uno de nosotros. Él permitió derramar su sangre por cada poro como consecuencia de su deseo porque nosotros no tengamos que sufrir, por lo tanto ¿por qué no vamos a confiar en él que tanto nos ama y que tiene todo el poder en el universo?

Testifico que nadie en esta vida está tan íntimamente interesado en nuestros dolores y aflicciones de toda clase como lo está aquel que nos amó tanto como para dejar la divinidad y la gloria del cielo para venir aquí en las condiciones más sencillas y con un perfil bajo y terminar sufriendo y muriendo por el beneficio de todos nosotros. En el nombre de Jesucristo, AMEN.

Por: Fernando Illanes discurso pronunciado el domingo 20 de Diciembre del 2009 ©

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