jueves, 20 de octubre de 2011

Discurso: Sacerdocio, bendiciones tanto para hombres como para mujeres.

EL SACERDOCIO: DEBERES Y BENDICIONES PARA HOMBRES Y MUJERES

Por: Fernando Illanes discurso pronunciado el domingo 23 de Agosto del 2009



En esta mañana me siento muy pequeño como orador para el solemne tema que hablaré, pero también me siento muy valiente para hacerlo porque constantemente estaré orando en mi corazón para poder transmitir este mensaje como mi deber de sacerdote lo exige.



La sección 84 de Doctrina y Convenios, es una de las declaraciones más importantes jamás dada sobre el sacerdocio, dice:



"19 Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios.

"20 Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad.

"21 Y sin sus ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, el poder de la divinidad no se manifiesta a los hombres en la carne”



La doctrina dice que el Sacerdocio es necesario para que Dios haga su obra. El sacerdocio es literalmente el poder de Dios, es la honra que Él ha ganado por los perfectos meritos que logró en eternidades pasadas. Ciertamente Dios era, es, y será siempre Perfecto. De hecho cuando vivíamos con Él en la vida anterior a esta –la vida pre-terrenal- nosotros lo admirábamos y queríamos progresar hasta alcanzar Su nivel, y Él como el Padre Amoroso que es, nos dio la oportunidad de venir a esta tierra para progresar y llegar a ser como Él.



En Alma Cáp.13 los primeros 9 versículos nos explican que el nivel al que progresamos en la vida pre-terrenal definió nuestra posición en esta vida. Quiero leerles sólo 2 versículos de los 9 primeros, les leeré el 3 y el 4:



“Y ésta es la manera conforme a la cual fueron ordenados, habiendo sido llamados y preparados desde la fundación del mundo de acuerdo con la presciencia de Dios (Presciencia= Esto significa que por el potencial que mostramos en la vida premortal, El Padre sabía de antemano quienes ayudarían para ministrar Su pueblo e Iglesia), por causa de su fe excepcional y buenas obras, habiéndoseles concedido primeramente escoger el bien o el mal (Aquí nos dice que en la vida preterrenal usamos nuestro albedrío de una manera que complació a Dios) ; por lo que, habiendo escogido el bien y ejercido una fe sumamente grande, son llamados con un santo llamamiento, sí, con ese santo llamamiento que, con una redención preparatoria y de conformidad con ella, se dispuso para tales seres (Esto significa que por el potencial que mostramos en la vida premortal, El Padre sabía de antemano quienes ayudarían para ministrar Su pueblo e Iglesia).

4 Y así, por motivo de su fe, han sido llamados a este santo llamamiento, (Esto significa que todo aquel que en la iglesia ministra se debe a que es una bendición que se ganó en la vida pre terrenal) mientras que otros rechazaban el Espíritu de Dios a causa de la dureza de sus corazones y la ceguedad de su mente, cuando de no haber sido por esto, hubieran podido tener tan grande privilegio como sus hermanos.” (Es claro entender que los que no progresaron y no actuaron bien en la vida preterrenal y que decidieron rechazar la responsabilidad del sacerdocio en la tierra, se privaron ellos mismo de tal bendición).



Esto El Señor quiso que se registrara en el Libro de Mormón para que tanto varones como mujeres recordemos cuan grandes espíritus fuimos en aquella vida pasada. Grandes y maravillosos hombres como Simón Bolívar, Martin Lutero, Ghandi, Martin Luther King, Juan Pablo II fueron grandes altruistas que vivieron en esta vida y sin embargo no poseyeron el sacerdocio y, ustedes, yo y todos los varones que poseyeron y posen y poseerán el sacerdocio en esta vida fuimos grandes hijos en la vida Pre terrenal. Recuérdenlo siempre y no desperdicien este don que se lo ganaron con buenas obras y una fe sumamente grande y excepcional.



¿Y qué con las mujeres?, las mujeres también progresaron en la vida pre terrenal y de hecho todas ganaron el hermoso privilegio de la maternidad, poder que solo es superado por el poder del Padre Celestial para crear vida. Pero también hay la diferencia de niveles de progreso pre terrenal, toda mujer Santos de los Últimos Días fue más obediente y leal al Señor que las que no pertenecen a Su iglesia, pueden darse cuenta que ninguna mujer Santos de los Últimos Días está sin ninguna compañía sacerdotal; algunas tienen a su esposo como sacerdote, otras a sus padres, otras a sus hermanos, otras a sus hijos, tíos, amigos, obispo, etc.



Por eso es que la mujer no tiene mayor ni menor porción de las bendiciones del Sacerdocio que el hombre, de hecho ningún hombre recibe la plenitud del sacerdocio sin una mujer a su lado, pues ninguno, dijo el profeta José Smith, puede obtener la plenitud del sacerdocio fuera del templo del Señor. Y ella está allí, a su lado, en ese sagrado lugar; ella tiene participación en todo cuanto él reciba. El hombre y la mujer reciben individualmente las ordenanzas comprendidas en la investidura, pero el hombre no puede ascender a las ordenanzas más altas--las del sellamiento--sin la mujer a su lado, de la misma manera, la mujer no puede sin el varón. Ningún hombre logra el estado exaltado del Padre a menos que sea por medio del inigualable don que es su esposa.

Hablamos mucho sobre autoridad y poder en el sacerdocio, porque son dos cosas distintas. Darle a alguien la autoridad es razonablemente sencillo: Alguien autorizado por Dios le impone las manos y se la confiere. Pero el poder es otra cosa aparte. El poder del sacerdocio depende de nuestra propia rectitud. El Señor dijo:



He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos.

¿Y por qué no son escogidos?

Porque a tal grado han puesto su corazón...

(ojo no dijo "su mente"; no dijo "su atención"; dijo "su corazón", y eso abarca todo)... en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única: (No hay ningún otro lugar en las Escrituras en que el Señor hable sobre una "lección única". Ha de ser muy importante.) Y ésta es la lección: Que los derechos del sacerdocio están Inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos no pueden ser gobernados sino conforme a los principios de Justicia (D. y C.121:34-36).




Para las mujeres es exactamente lo mismo, si no se gobiernan a si misma con los principios de rectitud, las bendiciones del sacerdocio que gana el esposo, o sus hijos varones, o hermanos o su padre, etc. No llegaran a ellas.



Una perfecta manera de honrar y respetar el sacerdocio es entendiendo que funciona sólo con la voluntad del Padre y no con la nuestra. Para ilustrar mejor esta afirmación permítanme relatarles una experiencia personal de gran aprendizaje para mí por el resto de mi vida, concerniente a la efectividad del sacerdocio si éste va con la voluntad de Dios; En la segunda mañana del velorio de mi padre, llegó mi tío Julio, hermano menor a quien mi padre cuidó mucho, yo estaba a menos de un metro del cajón de mi padre y cuando mi tío se acercó llorando, en medio del llanto abrazó el cajón, hizo un esfuerzo por calmar su llanto y levantando su brazo derecho en señal de la conocida escuadra dijo “Luis Illanes Caero en el nombre de Jesucristo y por la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec que poseo, te ordeno que te levantes” y lo repitió 2 veces más, pero mi padre no se levantó como se levantó Lázaro mediante la misma autoridad y poder con la que hizo Jesucristo. Pasaron años y no podía aceptar que mi padre no se hubiera levantado en esa ocasión a pesar de que un sacerdote del Señor se lo ordenaba, pero hoy agradezco al Señor por tranquilizar mi alma dándome la respuesta que hoy se las quiero dar.

El poder del sacerdocio no tiene límites, pero Dios sabiamente nos ha impuesto ciertas limitaciones para ejecutar dicho poder ilimitado. Es posible que a medida que perfeccione yo mi vida, se me conceda desarrollar un mayor poder en el sacerdocio; no obstante, agradezco que ni aún con el poder del sacerdocio se me permita sanar a todos los enfermos que yo quisiera sanar. Podría suceder que sanara a alguna persona que se suponía debía morir como mi padre que ya era llamado por El Señor para que descansara, o que aliviara del sufrimiento a alguien que se suponía debía sufrir para corregirse como Saulo de Tarso que por su dolor llegó a ser el gran Apóstol pablo. Temo, pues, que al hacer esto estaría frustrando los designios de Dios.

De poseer un poder sin límites y una visión y entendimiento limitados, yo probablemente habría salvado a Abinadí de morir en las llamas del fuego cuando fue quemado en la hoguera, y con ello tal vez le habría causado un daño irreparable al mensaje que transmitió con tenacidad sellando con su martirio, él murió como mártir, de manera que su galardón fue de mártir también —la exaltación.

Así mismo, de poseer un poder ilimitado, yo habría librado a Pablo de sus aflicciones, y, sin lugar a dudas, lo habría sanado de su "aguijón en la carne"; pero al hacerlo probablemente estaría frustrando el programa del Señor. Tres veces rogó Pablo al Señor que le quitara el "aguijón", pero Él no accedió a tal petición. Si este apóstol del Señor hubiera sido más elocuente, fuerte y sano, atractivo y se hubiera encontrado libre de las debilidades que lo hacían ser humilde, es posible que muchas veces se hubiera desviado. Al respecto, Pablo dice:



Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:7, 9-10.)



Me temo que de haber estado yo en la cárcel de Cartage el 27 de junio de 1844, probablemente habría desviado las balas con que acribillaron al profeta José Smith y al patriarca Hyrum Smith y tal vez los habría salvado del sufrimiento y la agonía, pero al hacerlo les hubiera hecho perder la oportunidad de presentarse ante Dios como mártires y con ello sus galardones respectivos. Me alegro de no haber tenido que tomar esa decisión.

Con tal ilimitado poder, me hubiera sido imposible no proteger a Cristo de su agonía en Getsemaní, de los insultos, la corona de espinas, los ultrajes de la corte y las injurias físicas. Yo le hubiera limpiado y curado las heridas, dándole agua refrescante en lugar de vinagre. Tal vez yo le habría evitado el sufrimiento y la muerte, pero con ello el mundo habría perdido los efectos de su sacrificio expiatorio.

Yo no me podría negar a de devolverles la vida a mis seres queridos quizá aunque Dios ya haya decidido darles descanso de esta vida.

Cristo mismo reconoció la diferencia entre la voluntad del Padre y la suya misma al pedir que si era posible, pasara de El aquella copa del sufrimiento, pero agregando a la vez: '' Pero no se haga como yo quiero, sino como tú."


Les aseguro que nunca seremos más semejantes a Dios en ningún momento de esta vida como cuando estemos expresando ese poder en particular. Permítanme hermanos para terminar ejemplificar esto con otra experiencia real registrado en el primer capitulo de Moisés en la perla de gran precio, un duelo en el que los 2 poderes de la tierra combatieron: el de Dios o sea el Sacerdocio, y el poder del diablo: Satanás quiso subyugar a Moisés en un monte muy alto. Satanás, quien también era un hijo de Dios, se había rebelado en contra de Él y había sido expulsado de los cielos y condenado a no tener un cuerpo terrenal como el que su hermano, Jehová, sí poseería. Mucho de esto dependió el resultado grandioso del duelo ocurrido en los cielos. ¿Sería posible que Satanás pudiera dominar y ejercer control sobre Moisés, aquel profeta que había sido tan intensamente instruido por su propio Señor? "Moisés, hijo del hombre, adórame", le dijo Satanás, prometiéndole mundos, lujos y poder.

Pero moisés miró a Satanás y dijo: "¿Quién eres tú? Porque, he aquí, yo soy un hijo de Dios, a semejanza de su Unigénito. . ." (Moisés 1:13.)

Moisés sabía cuál era su misión y estaba preparado para esta tentación:

. . . ¿dónde está tu gloria, para que te adore? Porque he aquí, no pude ver a Dios, a menos que su gloria me cubriese y fuese fortalecido ante él. Pero yo puedo verte a ti según el hombre natural. ¿No es verdad esto? Bendito sea el nombre de mi Dios, porque su Espíritu no se ha apartado de mí por completo, o de lo contrario, ¿dónde está tu gloria?, porque para mí es tinieblas. Y puedo discernir entre ti y Dios. (Moisés 1:13-15.)

¡Qué acertado contraste! Moisés, el poseedor del sacerdocio, tenía que ser protegido para soportar la presencia de Jehová, pero a este impostor lo podía ver con sus ojos naturales y sin ningún problema.

De modo, pues, que ya con un conocimiento pleno, el profeta mandó: "Vete de aquí, Satanás..." (Moisés 1:16.) El impostor, el tentador, el diablo, no dispuesto a abandonar a esta posible. Víctima, encendido en furia, "gritó en alta voz e hirió la tierra, y mandó y dijo: Yo soy el Unigénito, adórame a mí". (Moisés 1:19.)

Moisés se dio cuenta del engaño y vio el poder de las tinieblas y tuvo temor y por lo tanto conoció la "amargura del infierno"(el temor que sintió Moisés). He aquí una fuerza nada fácil de controlar o resistir. Aterrado, clamó a Dios, y con renovado poder, declaró: . . . No cesaré de clamar a Dios. . . porque su gloria ha estado sobre mí; por tanto puedo discernir entre ti y él. . . En el nombre del Unigénito, retírate de aquí, Satanás. (Moisés 1:18-21.)

Lucifer, el lucero de la mañana, el archienemigo del género humano, no puede soportar el poder del sacerdocio. Temblando, sacudiéndose, blasfemando, llorando, gimiendo y crujiendo los dientes, se apartó del victorioso Moisés que por cierto contaba con el mismo sacerdocio que hoy todo digno varón en la iglesia, posee.

Cuando se encuentra debidamente protegido por la gloria de Dios y cuando ha alcanzado un grado suficiente de perfección, el hombre puede ver a Dios gracias a un sacerdocio vivo de experiencias correlacionadas con la voluntad de Dios.

Entonces la gloria del Señor nuevamente cubrió a Moisés y éste escuchó la promesa:

. . . librarás de la servidumbre a mi pueblo. . . ... y serás más fuerte que muchas aguas, porque éstas obedecerán tu mandato cual si fueses Dios. (Moisés 1:26, 25.)

¡Qué promesa! ¡Qué poder! Al escuchar esta promesa del Señor, podemos imaginarnos el agua fluyendo de la roca, el maná cayendo del cielo, las codornices revoloteando entre los arbustos, y las aguas del mar retrocediendo para dar paso en tierra seca a los hijos refugiados de Israel.



Testifico hermanos míos que todo varón del Sacerdocio y mujer que tiene a su alcance las bendiciones del Sacerdocio fuimos hijos de Dios en la vida pre terrenal de una excepcional fe y de buenas obras y Dios nos premió con tal privilegio aquí. Varones de la iglesia les prometo que su autoridad sacerdotal si va ligada a la voluntad de Dios, a ustedes no se les negará ejercer cualquier milagro en esta vida y dejo este mensaje en el nombre de Jesucristo AMEN.



Por: Fernando Illanes discurso pronunciado el domingo 23 de Agosto del 2009 ©

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