sábado, 17 de agosto de 2013

JUSTICIA Y MISERICORDIA: El papel de cada una de ellas en la Expiación de Cristo.

JUSTICIA Y MISERICORDIA ¿cómo es que van de la mano? ¿de qué manera actúan en el Plan de Salvación? y ¿cómo funcionan en el "mecanismo" de la Expiación de Cristo?

Justicia y Misericordia son atributos del Padre como del Hijo. También son principios eternos que rigen en el infinito Universo. "La justicia de Dios " (Alma 41:2 ; 42:14 ) es un principio tan fundamental que, sin ella, "Dios dejaría de ser Dios" ( Alma 42:13 ) la importancia de ésta es fundamental para Dios. La Misericordia, la cual, en términos generales, es la única fuente de todas las bendiciones de la raza humana y, en concreto, es la fuente que permite la redención de la humanidad. Las demandas de la Justicia exigen el castigo y la Misericordia reclama perdón haciéndose incompatibles la una con la otra, sin embargo ambas se reconcilian por el poder unificador de la Expiación de Jesucristo.
Por un lado, justicia recompensa a la Justicia. "y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa." (D. y C. 130:21 ; D. y C. 82:10). Por otro, la Justicia exige sanciones como consecuencia de la desobediencia a las leyes de Dios, "Yo, el Señor, no puedo considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia" (D. y C. 1:31). La Justicia hace que cuando obedecemos a la ley divina, se nos recompensa con las bendiciones, pero también la Justicia colocará un castigo a cada violación de los mandamientos del Señor (Alma 42:17-18, 22), y así los hombres y las mujeres sean "castigados por sus propios pecados" (Artículo de Fe 2). Y así cada persona será juzgada de acuerdo a sus obras (Romanos 2:5-6 ; 3 Nefi 27:14 ; Alma 41:2-6), aunque el grado de responsabilidad varía según el grado de conocimiento de cada persona y la culpabilidad (2 Nefi 9:25 ; Mosíah 3:11). Sin embargo, el principio de la Misericordia permite que la Expiación de Jesucristo pague las demandas de la Justicia en nombre de un transgresor arrepentido de una manera que concilia los principios de Misericordia y Justicia.
No cualquier persona puede invocar Misericordia en nombre de otro: "Y no hay hombre alguno que sacrifique su propia sangre, la cual expíe los pecados de otro. Y si un hombre mata, he aquí, ¿tomará nuestra ley, que es justa, la vida de su hermano? Os digo que no. Sino que la ley exige la vida de aquel que ha cometido homicidio; por tanto, no hay nada, a no ser una expiación infinita, que responda por los pecados del mundo." (Alma 34:11-12). Sólo Jesucristo puede lograr esa Expiación Infinita "una vez para siempre" (Hebreos 10:10), debido a su naturaleza como el Hijo real de Dios en la carne y porque él mismo nunca pecó.
La Misericordia no se extiende arbitrariamente. Protege a las personas contra los efectos inmerecidos de los pecados para los que no son responsables, la Expiación incondicionalmente pagó el castigo por la transgresión de Adán y Eva en el Jardín del Edén. También por los que pecan en ignorancia ya que desconocen la Ley de Dios (Mosíah 3:11 ; Moisés 6:54 ). Sin embargo, la Expiación elimina el castigo por los pecados personales de los cuales uno sólo es responsable pero en esta ocasión con la condición del arrepentimiento individual.
De esta manera, los conceptos de la Justicia, la Misericordia y la Expiación conservan tanto la integridad específica y a la vez una relación coherente y lógica: "Ahora bien, no se podría realizar el plan de la misericordia salvo que se efectuase una expiación; por tanto, Dios mismo expía los pecados del mundo, para realizar el plan de la misericordia, para apaciguar las demandas de la justicia, para que Dios sea un Dios perfecto, justo y misericordioso también…. Mas se ha dado una ley, y se ha fijado un castigo, y se ha concedido un arrepentimiento, el cual la misericordia reclama; de otro modo, la justicia reclama al ser humano…. Pues he aquí, la justicia ejerce todos sus derechos, y también la misericordia reclama cuanto le pertenece; y así, nadie se salva sino los que verdaderamente se arrepienten." (Alma 42:15, 22, 24).
La Misericordia es de rehabilitación más no retributiva o arbitraria. El Señor pide arrepentimiento de un transgresor, no para reembolsar el pago que hizo el Salvador por la deuda a la Justicia, sino para inducir al transgresor hacia un proceso significativo de desarrollo personal hacia un carácter semejante al de Cristo.
Al mismo tiempo, La Misericordia depende en última instancia de la extensión de la gracia inmerecida del Señor. Aunque condicionada al arrepentimiento de los pecados personales, La Misericordia nunca es “merecida” por sus destinatarios porque de ser así entonces ya es un asunto de la Justicia y no de la Misericordia. El arrepentimiento es una condición necesaria, pero no suficiente para la Salvación y la Exaltación. "pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos" (2 Ne. 25:23). Por otra parte, los transgresores no "pagan" plenamente por sus pecados a través del proceso de arrepentimiento. A pesar de que el arrepentimiento requiere la restitución en la medida de la capacidad de uno, la mayoría de las formas de restitución están más allá de la capacidad de cualquier persona para lograr. No importa cómo completar nuestro arrepentimiento, todo sería en vano sin un mediador dispuesto y que sea capáz de pagar nuestra deuda ante la Justicia, con la condición de nuestro arrepentimiento. Por lo tanto, incluso con sincero y total arrepentimiento, todos somos absolutamente dependientes de Jesucristo.
A través de la Expiación de Jesucristo, la Justicia y la Misericordia son interdependientes (dependen la una de la otra) e interactivas, ya que a la Justicia se le pagó con la peor injusticia la cual consiste en que el único que nunca pecó sino que fue perfectamente obediente injustamente sufrió algo que no le correspondía sufrir. En el caso de la Misericordia el único que sin duda alguna merecía toda compasión, no se le compadeció para quitarle la amarga copa sino que tenía que sufrir infinitamente. Tanto la Justicia como la Misericordia se satisfacen con su propia antagonista. Con todo ésto se demuestra que Dios no puede ser justo sin ser misericordioso, ni misericordioso sin ser justo.






Como en la ocasión de la mujer adultera, cuando ésta fue acusada por habersele encontrado en el adulterio. La ley exigía que muriese apedreada, pero ella clamaba piedad. Los acusadores teniendo esperanza que Cristo dijera que se le perdonara para poder acusarlo de instigador a la desobediencia de la ley, no imaginaron que este Dios complace al mismo tiempo a la Justicia y a la Misericordia. Quizá si el Salvador tuviera en esa ocasión un minuto a solas con la mujer adultera antes de decirles algo a los acusadores, quizá ella le hubiera dicho algo como esto (permitanme imaginarlo así): “Señor no diga nada y váyase antes que lo culpen de algo por mi culpa, porque realmente soy culpable y mi sentencia es morir, váyase no saldré de ésto” (Como todos nos sentimos en algunas ocasiones) a lo que el Señor estando de cuclillas le respondió “Hija sed de buen ánimo. Confía en mí, pediré que se cumpla la Ley y aun así habrá piedad para ti” y entonces, el Señor sin mirarlos y enderesandose un poco y dejando de escribir con su dedo en la arena les responde: “El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” Y nuevamente se inclina y majestuosamente los ignora, y éstos se van. Ahora la mujer está estupefacta viendo que se libró de tal condena, más no de la tierna pero firme reprensión del Señor: “… vete, y no peques más” (Juan 8:1-11)
La Expiación hace lo mismo con nosotros, Cristo hace cumplir la Ley y aún así somos increíblemente sujetos a la Misericordia. Pero, ¿quién determina qué es la justicia? ¿Quién la exige? ¿Cuáles son las consecuencias de la violación o el cumplimiento de lo que es justo? Son preguntas que exigen más intelecto al tema.
Hay ciertas leyes del Universo que son inmutables, que están sin principio de días ni fin de años. No fueron creadas por un ser inteligente, ni son producto del pensamiento moral, sino que son eternas realidades coexistentes con las inteligencias del Universo. Estas leyes son inmutables, ya que no pueden ser alteradas o modificadas de cualquier forma. Son inmutables de eternidad en eternidad. Son auto-existentes, auto-perpetuas estas leyes a las que ni siquiera a Dios mismo se sujetan y no me malinterpreten por favor, ya explicaré mejor ésto. Aparte de Dios, las Inteligencias y la Materia, en el Universo hay otras "existencias eternas" que rigen incluso a Dioses. Son cosas que limitan incluso la omnipotencia de Dios.
El Presidente Brigham Young enseñó la siguiente verdad: "Nuestra religión no es más ni menos que el verdadero orden de los cielos. El sistema de leyes por las que los dioses y los ángeles se rigen. ¿Están regidos por leyes? Ciertamente que si. No hay ser en absoluto en todas las eternidades, que no se rijan en leyes.” (Journal of Discourses, 14:280)
Algunas de estas leyes inmutables afecta al mundo físico o natural. Por ejemplo, el profeta José Smith enseñó que "los principios puros de elemento... nunca pueden ser destruidos:.. Pueden ser organizados y reorganizados, pero no destruidos. Ellos no tuvieron principio, y no pueden tener fin" (Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, 351-52) Asimismo, en Doctrina y Convenios se enseña: "Los elementos son eternos" (D & C 93:33). En otras palabras, el universo contiene, la materia básica elemental que no puede ser creada ni destruida o aniquilada. No hay excepción a esta ley natural. Incluso Dios no está exento. El profeta José Smith confirmó esto cuando él enseñó: "La inteligencia... no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser " (D. y C. 93:29).
En sí mismas, las leyes del mundo físico o natural, no parecen tener implicaciones morales. No afectan a nuestro crecimiento espiritual. No podemos pecar por romper estas leyes, porque no es posible romperlas. Si no dejamos caer una pelota desde una torre no podemos decir "Esta pelota siempre cae de esta manera, debido a que las leyes de la gravedad son justas." Justicia y misericordia no tienen sentido en estas circunstancias, la equidad o la justicia no son problemas cuando se trata de las leyes físicas y naturales, que no permiten a la obediencia por elección, sino que requieren sin consenso, el cumplimiento involuntario.
Hay otras leyes inmutables en el Universo, que sin embargo, ofrecen tanto una elección como una consecuencia, y por lo tanto, en este sentido, son las leyes espirituales. Estas leyes espirituales gobiernan todos los seres inteligentes en el universo, y también gobiernan su progreso. A estos efectos, el progreso significa un aumento del poder eterno. En otras palabras, no parecen existir ciertas leyes inmutables que traen el poder si se siguen u "obedecen", pero si se descuidan o "desobedecen" pueden desencadenar el resultado opuesto. Por ejemplo, puede ser que un individuo no puede progresar sin la adquisición de conocimientos. El presidente John Taylor señaló que incluso los dioses se someten a estas leyes inmutables: "Hay ciertas leyes eternas por las cuales los dioses en los mundos eternos se rigen y que no pueden violarlas, y no quieren violarlos estos principios eternos sino más bien mantenerlos, y un principio de estos es que ninguna cosa impura puede entrar en el Reino de Dios." (Journal of Discourses, 25:165-66)
Por lo tanto, ciertas leyes rigen hasta a los dioses. El presidente Taylor no parece estar sugiriendo que las leyes no pueden ser violadas o rotas bajo cualquier circunstancia, sino que no pueden ser violadas por los dioses si desean permanecer como tales.
El Salvador observó toda ley espiritual con una perfecta exactitud. Al parecer debido a su cumplimiento de cada una, es que recibió de poder en poder hasta que adquirió los atributos de Dios, incluso en tiempos premortales. Este progreso fue una consecuencia natural de su cumplimiento riguroso. Su divinidad así parecía no resultar de una creación de las leyes, sino del cumplimiento de las mismas. Pero ¿qué hay del resto de nosotros, que no cumplimos con todas y cada una de esas leyes inmutables? ¿No podríamos simplemente tratar de intentarlo una y otra vez hasta que finalmente llegamos a lo correcto, y luego nos convirtamos en dioses, a pesar de que podríamos estar ya en un horario retrasado? La respuesta es no. Evidentemente estas leyes espirituales inmutables no ofrecen alguna clemencia o misericordia ni segundas oportunidades. Si no cumplimos, hemos perdido para siempre esa oportunidad para aumentar la potencia que fluye naturalmente del cumplimiento. Aaron enseñó que una vez que "el hombre había caído, éste no podía merecer nada de sí mismo" (Alma 22:14). En otras palabras, no podía ponerse de pie por sus propios medios, sin importar la cantidad de tiempo que tenga tratando de hacerlo. El Salvador enseñó a los nefitas el mismo principio: "… Y mientras te halles en la prisión, ¿podrás pagar aun siquiera un senine? De cierto, de cierto te digo que no." (3 Nefi 12:26). El mensaje es claro: Una vez que pecamos, violando las leyes de la eternidad, no había forma de escapar sin ayuda externa.
Si alguien se cae de un avión, que caerá al suelo. La ley de la gravedad no va a cambiar para adaptarse a sus circunstancias extremas. No habrá una desaceleración del descenso o el ablandamiento de la tierra para amortiguar la caída, por muy bueno que un compañero sea no puede decir justo antes del impacto, "Quiero aprovechar una caminata una vez más por favor." No, no es más que la aplicación automática de la ley, duro y rápido y sin compromisos. ¿Por qué funciona así? No hay una respuesta a esa pregunta. Es como preguntar: "¿Por qué existe la materia?" o "¿Por qué el cielo es infinito?" "Por qué" no es una cuestión que se puede pedir de algo que nunca se ha creado. Existe porque existe y debemos entender que nuestra incapacidad para cumplir con estas leyes inmutables nos impiden la divinidad o Exaltación a menos que haya otra fuente de energía infinitamente superior que pudiera estar disponible para el hombre, no porque el hombre se lo haya ganado, no porque tuviera derecho a esta fuente de inagotable poder infinito a través de méritos, sino porque esta fuente infinitamente poderosa es tan cariñosa y amable que estaba dispuesto, incluso ansioso, diciendo “Heme aquí” y propone ejecutar un plan establecido eternamente para proporcionar la energía necesaria para exaltar al hombre o en otras palabras a sus hermanitos menores. Dios el Padre instituyó dicho plan que en un tiempo atrás Él lo ejecutó, y que es conocido como el "Plan de Salvación" (Alma 42:5; Moisés 6:62) y todo esto porque se sabía que nuestro estado probatorio no nos podría permitir cumplir con una de estas leyes inmutables: la Justicia.
El profeta José Smith dijo: “"Dios mismo, hallándose en medio de espíritus y gloria, porque él era el más inteligente, consideró propio instituir leyes para que el resto pudiera tener el privilegio de avanzar como él .... Él tiene poder para instituir leyes para instruir a las inteligencias más débiles, y así puedan ser exaltadas con Él, para que puedan recibir una gloria tras otra." (Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, 354)
Estas leyes "para instruir a las inteligencias más débiles" se refiere a los mandamientos que tenemos o como "la ley" (2 Nefi 9:17) o "las leyes de Dios" (D. y C. 107:84).
Elder Erastus Snow escribió acerca de las leyes inmutables del universo: "Entiendo que lo que ha exaltado a la vida y la salvación que tiene nuestro Padre en el cielo y todos los dioses de eternidades anteriores también nos exaltará a nosotros sus hijos y lo que hace Lucifer y sus seguidores para hacernos descender a las regiones de la muerte y de la destrucción también nos llevará en la misma dirección, y no hay expiación de nuestro Señor y Salvador Jesucristo que puede modificar esa ley eterna, como nada puede hacer que dos mas dos puedan ser dieciséis " (Journal of Discourses, 7:354)
Dios puede establecer cualquier ley que desee, siempre y cuando no viole una de las leyes inmutables del Universo. Estas leyes establecidas por Dios, si se obedecen, dotará a sus hijos con más potencia, incluso con la energía necesaria para convertirse en dioses.
La administración, supervisión y ejecución de las leyes, castigos y bendiciones por el cual elegimos a cumplir es lo que conocemos como "justicia". La persona responsable de la administración de estas leyes es el juez. Mosíah instó a su pueblo a "nombrar a los hombres sabios para ser jueces, que juzgara este pueblo según los mandamientos de Dios" (Mosíah 29:11). Los que estaban en el gran Concilio de los Cielos consintieron que el más sabio de todos los hijos del Padre, el Salvador tuviera que ser el Juez. Lo hicimos con la seguridad reconfortante de que sería absolutamente justo, justo y misericordioso, en la administración de la ley. Enoc se refirió a él como el "juez justo, el cual vendrá en el meridiano de los tiempos" (Moisés 6:57)
No sólo podría el Salvador simpatizar con nuestra causa, sino que podría sentir empatía. Él sufriría todo el espectro de la mortalidad. Nadie sabría las leyes mejor que el que sería nuestro legislador. No había nadie más sabio, porque él era "más inteligente que todos ellos" (Abraham 3:19). Y no había nadie más misericordioso, más amable, más amoroso, preocupado que el propio Salvador.
El Salvador posee todas las cualidades necesarias y deseadas en un juez perfecto. La "voz del pueblo" (Mosíah 29:26) lo quería y lo aprobó y se regocijó en él como su juez. Nadie más adelante podría reclamar la exención de sus decretos. Nadie puede osar en decir que este Juez no entendía. Nadie podría afirmar que es inaceptable, porque tenía nuestra aprobación, nuestro consentimiento, nuestro voto antes de la sentencia definitiva. David reconoció esto: "Dios es el juez" (Salmo 75:7). Isaías sabía que: "El Señor es nuestro juez" (Isaías 33:22). Y Moroni habló del Salvador como "el Juez Eterno de vivos y muertos" (Moroni 10:34). Jesús también testificó de esta verdad: "El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo" (Juan 05:22).
Así que quien exige la Justicia en el Universo es el mismo Dios el Padre porque Él es Santísimo y no hay sombra de variedad en Él a la hora de cumplir con las leyes inmutables en el Universo que le permiten a Él ser Dios, en especial la ley que dice que el status de Deidad sólo se la gana con perfección sublime e inmaculada y esto hace que Él no quiere violar esta ley que Él cumple. Pero Él quiere que Sus hijos sean como Él y para ello se refugia en otra ley inmutable llamada Misericordia, pero que por las circunstancias Él está inhabilitado para ejecutarla. Esta ley de la Misericordia necesita ser ejecutada por alguien como Él, y ese alguien es Jesucristo y Él cumple con el equilibrio haciendo que estas dos leyes no sean olvidadas o discriminadas por atender más a una que a la otra.




Por Fernando Illanes ©

2 comentarios:

  1. Gracias por tu explicacion sobre las leyes de la justicia y la misericordia. Lo que no me quedo claro es cuales son esas existencias eternas Aparte de Dios, las Inteligencias y la Materia en el Universo?. No son las propias inteligencias obrando sobre la materia en la expansion de los universos? Y q se sujetan a Dios inmutablemente donde el las ha colocado a menos q Dios mismo quebrante su ley de justicia (por ejemplo salvando y exaltando a una persona q no se ha arrepentido) y por ello estas inteligencias se rebelen dejando de obedecer a Dios y de esta manera causando q Dios deje de set Dios por perder su poder (la honra y obediencia de estas inteligencias)?

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